sábado, 26 de octubre de 2013

El sueño de una tarde de Otoño.


¿Qué se te ha pasado por la cabeza nada más levantarte? Quizá ha sido la letra de una canción, una melodía olvidada, el fragmento de un sueño o un nombre. Quizás ha sido algo que tenías que hacer, algo que no hiciste, algo que dijiste o que quieres decir.

Quizá te has levantado pensando en que era ese sonido tan relajante, y te has dado cuenta de que era la lluvia en el cristal, la respiración de la persona que tienes al lado o la ausencia de la misma. Quizá te has levantado notando frío en la espalda sin darte cuenta de que otra vez has tirado la manta al suelo en un sueño. Quizá has notado calor, quizá dolor por una mala postura o la vibración de un teléfono dándote los buenos días.

Quizá has sacado un pie de la cama o quizá te has vuelto a queda dormida. Igual ni siquiera recuerdas haber abierto los ojos. Tal vez te has levantado sin recordar el sueño, pero con la sensación de que ha sido una pesadilla, o un buen sueño. Quien sabe, quizás incluso has pensado en unos ojos al abrir los tuyos, en una boca al bostezar, en unas manos al estirar los dedos.

Tal vez hayas dormido poco, tal vez hayas dormido mucho. Igual has dormido demasiado y por eso estás tan cansado.

De todas formas seguramente ni siquiera recuerdas como te has despertado, al igual que nunca recordamos el momento exacto en el que nos dormimos.

¿Quién no ha pasado noches en vela tratando de recordar el último segundo antes de caer inconsciente? Y eso que es una pérdida de tiempo, pero todos hemos sido niños, todos hemos pensado que podíamos comprender y manipular nuestros sueños.

¿Quién no ha soñado alguna vez que volaba, que estaba en una cita con la chica o el chico de sus sueños, que podía nadar como un pez, que era un mago, que había una guerra, un apocalipsis, un cuento de amor?

Los sueños, sueños son, pero sin ellos y sin ese rato que pasamos dormidos, la vida sería demasiado. Algunos dicen que no hay que dormir, que ya habrá tiempo cuando estemos muertos, pero yo creo que hay que soñar, que no nos sobra el tiempo para cumplir nuestros sueños. Hay que aprovechar cada minuto, cada oportunidad que se nos da de hacer las cosas bien, en ocasiones, y hacer las cosas mal, equivocarse, ser feliz y luego llorar.

Porque si lloras después de haber sido feliz, al menos tendrás algún bonito recuerdo que haga que quieras mantener la cabeza alta y una sonrisa pintada en la cara. Pero si llorar y luego eres feliz sabrás que mereció la pena.

Un amor para toda la vida y cadenas, o la libertad de la soledad.

Un frío amanecer o una noche cálida.

La vida consiste en tomar decisiones, escoger salidas y caminos, derrapar y mirar atrás o jamás arrepentirse de los pasos dados. La vida consiste en escuchar y hablar, en reír y en llorar, en ser feliz y en sufrir, en amar y en odiar.

No hay luz sin oscuridad, ni oscuridad sin un ápice de luz. Cada uno tenemos nuestro propio tono de gris, nadie es completamente blanco ni completamente negro. Somos la mezcla de nuestros actos, nuestros sentimientos, nuestras palabras y nuestros pensamientos.

Somos sueños que seguramente nadie recuerde al despertar.

Pero sí, merece la pena soñar.