Y a veces llega un momento en tu vida enque no sabes que hacer...
Las puerta se cierran, las ventanas se abren incitándote a saltar, a dejarlo todo atrás, a mirar al cielo en busca de ese sol que ya no calienta, de esos pájaros que ya no cantan, en busca de esa luna que ya no te fascina.
A veces llega un momento en tu vida en el que ya no puedes más. Explotas, y salpicas todo lo que tanto esfuerzo te había costado construir con pedacitos rotos de ti misma, con todo lo malo que hay en ti.
A veces llega un momento en la vida en el que ya nada te consuela, ni el abrazo de un amigo, ni las palabras de un padre, ni el dinero, ni el placer, ni los logros, nada.
A veces llegan momento en la vida en el cual no quieres ver a nadie. Ni siquiera a ti. Los espejos acusan, los ojos acusan, los gestos acusan, y te sientes en una mesa de interrogatorio con todas las pruebas en tu contra y un cartel de culpable grapado en el pecho.
Salta, grita, corre, llora, rompe... Da igual lo que hagas, porque esa sensación jamás desaparecerá. No hasta que tú misma te limpies la sangre de los codos y las rodillas, te seques las lágrimas, te mires al espejo y empieces a aceptarte, y más adelante a quererte.
Porque no se puede amar lo que hay fuera de uno mismo sin amarse a uno mismo en primer lugar.
lunes, 26 de mayo de 2014
A ver la vida pasar.
Ella se sentaba en el parque a ver pasar las horas. Se acurrucaba en un rincón de su mente a ver como las hojas se caían de los árboles. Cómo los esquemas se rompían, la gente iba y venía. Ella se sentaba en el parque a ver la vida marchar, a dejarse llevar sin moverse. A viajar a la luna sin mover los pies del suelo. Ella se sentaba en el parque a morir.
Él se pasaba horas en la ventana, asfixiado entre cuatro paredes, pero sintiéndose libre como un pájaro. Alzando la vista al cielo y fijando la mirada en el suelo. Él se sentaba en el alféizar de la ventana a ver los pájaros volar, las personas correr, los gatos pelear y las nubes pasar. Él se sentaba en la ventana a morir.
Las vidas que vivimos, y las vidas que pudimos haber vivido. Cada decisión que tomamos no significa elegir uno de tantos caminos, sino rechazar el resto de vidas posibles que podríamos haber vivido. Sentarse a ver la vida pasar es fácil, sencillo, no hay complicaciones, no hay que tomar decisiones ni elegir. Sólo hay que sentarse a mirar. La vida a veces es demasiado complicada, otras es tan simple que asusta. Buscamos la felicidad en cosas grandes sin saber que en realidad se encuentra en las cosas más pequeñas. Nos gastamos un fortuna en un regalo a nuestros padres una vez al año cuando ellos seguramente lo único que piden es que nos acordemos de ellos de vez en cuando. Que los llamemos para ver si están bien. Ellos no quieren una corbata o un perfume. Ellos quieren amor. Pero es mucho más simple pagar por algo el día de la madre que hacer que el día de la madre sean todos los días.
Cada persona es un mundo y cada circunstancia hace a cada persona única. Pero, ¿quién es feliz? ¿Quién sabe lo que es la felicidad? Nadie. Puedes tener momentos felices, días espléndidos, despertares perfectos y noches maravillosas. Pero siempre llega una nube y con ella la inminente tormenta. El problema es que a veces, cuando realmente avistamos la felicidad, levantamos la mirada al cielo instintivamente en busca de esa nube. Eso es lo que más desdichados nos hace, no poder apreciar los verdaderos momentos de felicidad por el miedo a que se esfumen.
Es muy fácil ver la vida pasar. Pero vivir sin elegir es morir en cada intersección que nos pone la vida. Vivir sin saber qué es lo que quieres es morir con cada decisión que no tomas. Elegir es difícil, vivir con la decisión que has tomado es necesario, aceptar los errores y aprender de ellos, no dejar que se hagan con el control, eso es empezar a aprender a aprender.
No soy más que una niña que apenas ha vivido un tercio de su vida, pero si de algo sé es de decisiones. De buenas y malas decisiones. De arriesgarlo todo por un sueño. Y jamás me arrepentiré de una decisión que tomé. Si salió bien, porque fui feliz. Si salió mal, porque aprendí.
El problema no es una mala elección, ni siquiera la pregunta en sí, sino la incertidumbre y la duda que ha provocado que esa pregunta aparezca.
Cada persona es un mundo y cada circunstancia hace a cada persona única. Pero, ¿quién es feliz? ¿Quién sabe lo que es la felicidad? Nadie. Puedes tener momentos felices, días espléndidos, despertares perfectos y noches maravillosas. Pero siempre llega una nube y con ella la inminente tormenta. El problema es que a veces, cuando realmente avistamos la felicidad, levantamos la mirada al cielo instintivamente en busca de esa nube. Eso es lo que más desdichados nos hace, no poder apreciar los verdaderos momentos de felicidad por el miedo a que se esfumen.
El problema no es una mala elección, ni siquiera la pregunta en sí, sino la incertidumbre y la duda que ha provocado que esa pregunta aparezca.
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