lunes, 6 de noviembre de 2017

La Tormenta

Una pausa. 



Sólo hace falta una pausa. 

De la monotonía, del dolor; de la tristeza, de la apatía. Una pequeña pausa, una conversación que hace que el tiempo vuele, un cruce de miradas inesperado, un abrazo demasiado esperado… A veces es solo un segundo, a veces ese segundo dura horas. Pero es en ese momento en el que te das cuenta de que algo estaba fallando en tu vida. De que algo estaba tremendamente mal, disfrazado de rutina cuando en realidad era desgana. Con una máscara de conformismo, y bajo ella la cara del verdadero aburrimiento. Un aburrimiento vital. ¿Acaso sabías a donde querías llegar o te habías dedicado simplemente a andar, a seguir hacia ninguna parte, pero en movimiento?

 A veces no es más que un flash, tan rápido que te planteas si ha sucedido de verdad o es tu cerebro gastándote una broma de mal gusto. Como un rayo que rasga el cielo. ¿Lo has visto de verdad? No. Seguro que era solo un reflejo de algún coche en tu ventana. Y de repente el trueno. De repente tu estómago se encoge. ¿Es miedo? Puede. Pero, ¿acaso hay algo que verdaderamente valga la pena y que no de miedo? Lo dudo muchísimo. 

Pero sabes, a veces el trueno tarda demasiado en aparecer. A veces no aparece nunca. Y te quedas escuchando el silencio. Un silencio que asfixia, que aprieta, que araña lo más profundo de tu ser. Como un naufrago a la deriva que cree vislumbrar un barco pesquero. 

Aunque en ocasiones , y esas son las veces que importan, el trueno rompe el cielo, la noche, el silencio y tus esquemas. Da la vuelta a todo lo que creías saber. A tus certezas inciertas.  A veces estalla como una bomba de pintura en tu día gris. En tu semana gris. En tu vida gris. Y ese mismo rayo es el culpable de cegarte. De repente no ves nada. No entiendes nada. “¿Qué está pasando? Yo no pedí esto. Devolvedme al gris. El gris es seguro. No quiero estar perdida.” Pero ya es tarde. Tus ojos se han manchado de matices, de texturas y de todo el puto arcoíris. Y no hay nada que puedas hacer para evitarlo. A veces pasa, sin más. Y no voy a soltar gilipolleces del calibre de que los pájaros cantan, las nubes se vuelven de algodón y aparece un puto unicornio. No. El mundo sigue siendo el mismo que hace un momento… para todos. Menos para ti. Y no es malo. ¿Cómo podría serlo? No hay nada de malo en los colores. En las luces. En ese vuelco que te da el estómago. ¿O si? ¿Acaso la luz no es capaz de cegar? ¿Acaso los colores no sirven a veces para tapar los fallos? Coño, también hay colores más oscuros. Y capas, madre mía que si hay capas. Los seres humanos somos lo más parecido a las cebollas. Pero claro. Tú acabas de ver un rayo. Como que te vas a poner a mirar los detalles. Pues no. Todo te parece nuevo. Todo es maravilloso. Joder, está todo lleno de luz y colores. De cosas que no sabías, de canciones que nunca habías escuchado y chistes de los que jamás te habías reído. ¿Por qué no continuar por este camino? Sé lo que dejo atrás, pero desde el espejo retrovisor solo veo tonos de gris y flores mustias. Que coño, peor no puede ser. En marcha. 

Y quizá pueda ser maravilloso. Si. Pero… oh oh. Ahí viene la tormenta. ¿Qué coño esperabas? Era un puto rayo. ¿Te creías que iba a salir el sol, estúpidx? Y comienza a llover. Comienza a caer el agua y con las mismas pasan los días. Y algunas capas de ese mosaico que nos compone a todos comienzan a desdibujarse, se caen trozos de ese cuadro perfecto que enseñamos al conocernos y comenzamos a vislumbrar las cicatrices. Los errores del pasado. Las inseguridades, los miedos, las manías. “Oh mierda, como llueve. Seguro que no le gusta mojarse. Seguro que prefiere estar seco y a resguardo de la lluvia. Mierda, mierda, mierda. ¿Por qué me metería yo en este barrizal, con lo segura que estaba en mi ciudad seca y gris?”

Y a veces, es justo ahí donde todo se va a la mierda. Porque tratamos de mentir, de volver a ponernos la careta de perfección, de fingir que las cicatrices no están, que los defectos no son tales y que las inseguridades no existen. Las tratamos como a extraños y rezamos para que la otra persona no oiga sus pisadas bajo la lluvia. Y comienzas a cansarte, la goma de la careta te aprieta, el corsé de perfección te asfixia, estás harta del miedo a que se vaya, harta de la lluvia y del frío. Dios, este eterno Otoño… Y a veces, puede que más que algunas veces, con tal de no descubrirnos como somos mantenemos la fachada hasta que el edificio se viene abajo, y claro, la otra persona se harta de esperar bajo la lluvia, y como vino, se va.

Pero puede pasar que, después de más de un chaparrón, después de haber caminado entre fango, barro y charcos; después de haber visto como las personas (esos relámpagos que rajaron tu cielo alguna vez) se fueron; decides empezar a disfrutar de la lluvia. A esgrimir tus heridas como estandarte. A decir: “Ésta soy yo. Así es como soy. No, no soy perfecta. Bueno, ¿qué? ¿Te mojas?” 

Y es en ese preciso momento, cuando la lluvia deja de convertirse en una molestia. Así como tu mundo cambió cuando se abrieron paso de golpe en tu vida, tú acabas de volver a evolucionarlo por ti misma. Sueltas la careta, destrozas el disfraz y expones el cuadro abstracto que eres como la mayor obra de arte que has hecho jamás. "Aquí estoy. Y puede que tú no lo hagas, pero yo me acepto. Y me quiero. Y me valoro no por ser perfecta, sino precisamente, por ser un color nuevo, único, imperfecto y especial." Dejas todo ese equipaje de mentiras, inseguridades y miedos en el suelo y levantas la cabeza para no volver a bajarla jamás. Y en ese momento, echas a correr. A saltar sobre los charcos y a bailar bajo la lluvia. Esa lluvia, que si consigues aguantarla, si aprendes a quererla como lo que es; agua que fluye, vida que pasa, tiempo que corre; esa lluvia un día para. Y te das cuenta de que todo ese mundo gris y cenizo, todo ese páramo desierto que era tu vida, ha estallado de vida, de flores y verde, de malas hierbas a veces, y de árboles fuertes como robles. 

Y puede que mires a tu lado, que busques ese rayo y ya no esté, que se haya ido. Que estuviera demasiado cómodo con su careta, o que no le gustara tu verdadera cara. Puede que haya echado a correr y a refugiarse de la lluvia. Y está bien. No pasa nada. Mira a tu alrededor. Todo esto, es cosa tuya. Es tu culpa, tu maravillosa culpa. Toda la belleza, la vida, el caos hermoso en el que se ha convertido tu vida, es tu obra, es parte de tu cuadro. Y está bien. 

Y puede que cuando amaine la tormenta, notes a alguien agarrándote la mano. Alguien mirando a vuestro alrededor con la misma intensidad que tú. Alguien que, a pesar de la tormenta, se ha quedado a tu lado. Ha sabido entender tu arte abstracto, comprender tus cicatrices y besar tus heridas. Y sí, vendrán terremotos, huracanes, y puede que todo se vaya a la mierda. ¡Y está bien! Es natural. Pero siempre lucharás por cuidar tu jardín, por lucir tus heridas con orgullo, por dar nuevas pinceladas a tu lienzo ya abarrotado de color.

Y eso, y solo eso, es lo importante.


Luchar. Mojarse. Vivir.






miércoles, 25 de febrero de 2015

Borrador

Me llaman egocéntrica por solo hablar de mí
Solo hablo de lo que conozco, la cosa va así
No voy a ir de algo que no soy, yo se lo que llevo dentro
ni peor ni mejor que tú, pero no pienso fingir

Me hablan con odio aquellos que no me conocen
el respeto se pierde cuando gritas la verdad a voces
que si no van a ser caricias, ni me roces
aquellos que no saben, que callen, que damos coces.

Me vas a hablar tu de respeto si no entiendes
ni lo que significa ni lo que sientes
me vas a hablar tu de amor, ignorante
soy de las que llevan la verdad por delante

Me insultan sin saber, aquí o aman u odian
¿El respeto? No fui a esa clase de historia
Se han olvidado los valores en su casa
el único valor que conocen es a la taza

Ahora me dicen Te quiero y ya me da risa
para que precipitarse diciendo cosas que no sientes
prefiero que me susurres algo entre dientes
a que me mientas porque te mata la prisa

Que me critican, es porque no quieren entender
aquí las cosas importantes ni se escuchan
dicen que luchan, pero si luchas hazlo bien
las puñaladas a la cara, que sino ensucian.

¿Me vas a decir a mí si se puede salir del lodo?
Se sale luchando cada día, no hay otro modo
Y yo sí lloro, y orgullosa estoy de mi misma
un hombre que llora demuestra carisma.

Hay una cosa que se llama personalidad propia
atrévete a dejar de ser otra copia.
La ropa no hace a la persona, la hacen las formas
vive tu vida siguiendo tus propias normas.

Deja de decirme que no me enamore, basta
al próximo que lo haga, juro que se estampa.
Que vais todos se subidos y orgullosos hasta

que os das cuenta que caéis en vuestra propia trampa.

Tarde o pronto. (Borrador)

Quizá me di cuenta trade. O quizá pronto.

No soy una niña. ¿Qué cómo lo sé? Porque ya no me creo los cuentos. Porque ya no me desvela un te quiero. Porque ya no tengo miedo al futuro. Porque ya sé que el amor no son palabras. 

Quizá me di cuenta tarde.
Quizá tardé demasiado en darme cuenta de que las cosas no funcionaban como me las pintaban. Las nubes no son de algodón. Los príncipes no son azules. Las palabras se las lleva el viento. Los cuentos solo ayudan a dormir. 
Quizá debería haberme dado cuenta antes… Pero creo que todos los golpes contra el asfalto me han hecho como soy. Creo que cada cabezazo contra la pared me ha hecho ser más fuerte. Creo que cada gota de sudor, lágrimas y sangre que he derramado no ha sido en balde. Y sí, creo que sin todo eso seguiría siendo una niña estúpida con la cual pudieran jugar a su antojo. Pero ya no soy así. Ya no me creo cuando un chico me promete amor eterno. Ya no confío en las amigas que te dicen que van a estar ahí para siempre. Ya aprendí que el amor de una madre no es incondicional por mucho que te lo pinten.

¿Y me pides que confíe en ti ciegamente? No puedo. Ya no estoy ciega. A veces creo que veo demasiado bien. Veo incluso las cosas que podrían pasar. Las cosas que podrían ser. incluso a veces, y este es mi gran castigo, las cosas que nunca llegarán a ser, pero con las que aún sueño. 
Y si no he crecido lo suficiente. Y si todavía pueden jugar conmigo como con una peonza. Y si no soy más que otra estúpida que cree ser diferente. Podría ser. Pero no me siento así. Siento que soy distinta, que no soy la sombra de nadie, que ya no necesito una mano que me enseñe el camino. 

He vivido mucho tiempo a la sombra de muros, protegida, o eso creía, pero sin poder ver lo que me espera ahí fuera. Y esos muros han acabado por formar parte de mí. Ahora soy yo la que puede ver el paisaje, y a toda la gente que me espera ahí fuera. Ahora soy yo la que decide quien entra, quien salta el muro, y quien se puede dar de bruces contra él porque jamás logrará traspasarlo.

Yo he sufrido a manos de personas en las cuales confiaba mi vida. Yo he sufrido a manos de personas que me han dado la vida. Personas por las cuales lo habría dado todo y me dejaron sin nada. En la calle y sola. Quizás no en la calle, quizás rodeada de gente. Pero creedme. Se puede estar muy sola entre cuatro paredes rodeada de gente. Mucho más sola que en medio del desierto.


Y no quiero que nadie se compadezca. Todos tenemos una historia. Todos hemos sido golpeados de una forma u otra por la vida. Mis errores y mis golpes no son mejores ni peores que los tuyos. Pero son los míos. Y dado que soy de la opinión de solo hablar de aquello que se conoce no voy a hablar de ti que me lees ni de ti que me ignoras ni e ti que me quieres ni de ti que me odias.

sábado, 9 de agosto de 2014

Amanece

Hay momentos en los cuales las personas que conozco vienen a contarme sus problemas. Que han discutido con sus padres, que han suspendido un examen, que el chico o chica que les gusta no le ha escrito. Y por dentro me echo a reír, aunque me da pena. Y es entonces cuando le pregunto: ¿Te has parado a ver hoy la puesta de sol?

A veces las personas que conozco me preguntan por qué duermo de día. Por qué me acuesto a las siete de la mañana sistemáticamente desde hace más de un año. Y no es por el miedo a la oscuridad ni por qué me guste dormir con luz. La respuesta es que adoro ver amanecer. Adoro dormirme con el canto de los pájaros por la mañana. Adoro ver las luces de las casas encendidas a las tantas, y pensar qué harán, qué sentirán, si se habrán parado a mirar a su alrededor en todo el día. Adoro ver amanecer tanto como adoro ver anochecer. La luz que entra por mi ventana antes de acostarme. Ver como nace esa luz de las más oscuras tinieblas, primero como un leve tono azul que casi parece un sueño, y después despertando todos los colores del mundo. Es un espectáculo precioso, lo tenemos delante de nuestras narices cada día, es gratis, es fácil de encontrar y aún así apenas nos paramos a mirar. Me encanta pensar que con esa nueva luz, con ese nuevo giro sobre el eje imaginario que nos mueve, comienza una nueva historia, un lienzo en blanco. Y aunque haya días en los cuales ni siquiera el amanecer es capaz de sacarme una sonrisa, siempre puedo dormir y soñar que todo va a salir mejor. Siempre puedo cerrar los ojos y dejar escapar mi imaginación. Imaginarme con el chico que me gusta sentada en la playa a medianoche oyendo las olas romper, aún sin ser capaz de verlas. Nunca he visto amanecer en la playa, debe ser una verdadera obra de arte, para aquellos que saben mirar.

La gente ha olvidado la verdadera belleza. La belleza que no sigue cánones, la belleza que es inmortal y atemporal. Las olas rompiendo contra la orilla, las gotas de lluvia sobre la piel, el frío que empaña una ventana, las flores que crecen bajo los árboles, el caer de las hojas de los árboles, el calor de una hoguera… Han olvidado que la belleza está en el interior, pero lo que es más curioso aún, que la belleza está en el exterior. 







PD: Gracias por ayudarme a encontrar las ganas de escribir que había perdido. RR.


lunes, 26 de mayo de 2014

Salta, grita, corre, llora, rompe.

Y a veces llega un momento en tu vida enque no sabes que hacer...
Las puerta se cierran, las ventanas se abren incitándote a saltar, a dejarlo todo atrás, a mirar al cielo en busca de ese sol que ya no calienta, de esos pájaros que ya no cantan, en busca de esa luna que ya no te fascina.
A veces llega un momento en tu vida en el que ya no puedes más. Explotas, y salpicas todo lo que tanto esfuerzo te había costado construir con pedacitos rotos de ti misma, con todo lo malo que hay en ti.
A veces llega un momento en la vida en el que ya nada te consuela, ni el abrazo de un amigo, ni las palabras de un padre, ni el dinero, ni el placer, ni los logros, nada.
A veces llegan momento en la vida en el cual no quieres ver a nadie. Ni siquiera a ti. Los espejos acusan, los ojos acusan, los gestos acusan, y te sientes en una mesa de interrogatorio con todas las pruebas en tu contra y un cartel de culpable grapado en el pecho.

Salta, grita, corre, llora, rompe... Da igual lo que hagas, porque esa sensación jamás desaparecerá. No hasta que tú misma te limpies la sangre de los codos y las rodillas, te seques las lágrimas, te mires al espejo y empieces a aceptarte, y más adelante a quererte.

Porque no se puede amar lo que hay fuera de uno mismo sin amarse a uno mismo en primer lugar.

A ver la vida pasar.

Ella se sentaba en el parque a ver pasar las horas. Se acurrucaba en un rincón de su mente a ver como las hojas se caían de los árboles. Cómo los esquemas se rompían, la gente iba y venía. Ella se sentaba en el parque a ver la vida marchar, a dejarse llevar sin moverse. A viajar a la luna sin mover los pies del suelo. Ella se sentaba en el parque a morir.

Él se pasaba horas en la ventana, asfixiado entre cuatro paredes, pero sintiéndose libre como un pájaro. Alzando la vista al cielo y fijando la mirada en el suelo. Él se sentaba en el alféizar de la ventana a ver los pájaros volar, las personas correr, los gatos pelear y las nubes pasar. Él se sentaba en la ventana a morir.

Las vidas que vivimos, y las vidas que pudimos haber vivido. Cada decisión que tomamos no significa elegir uno de tantos caminos, sino rechazar el resto de vidas posibles que podríamos haber vivido. Sentarse a ver la vida pasar es fácil, sencillo, no hay complicaciones, no hay que tomar decisiones ni elegir. Sólo hay que sentarse a mirar. La vida a veces es demasiado complicada, otras es tan simple que asusta. Buscamos la felicidad en cosas grandes sin saber que en realidad se encuentra en las cosas más pequeñas. Nos gastamos un fortuna en un regalo a nuestros padres una vez al año cuando ellos seguramente lo único que piden es que nos acordemos de ellos de vez en cuando. Que los llamemos para ver si están bien. Ellos no quieren una corbata o un perfume. Ellos quieren amor. Pero es mucho más simple pagar por algo el día de la madre que hacer que el día de la madre sean todos los días.
Cada persona es un mundo y cada circunstancia hace a cada persona única. Pero, ¿quién es feliz? ¿Quién sabe lo que es la felicidad? Nadie. Puedes tener momentos felices, días espléndidos, despertares perfectos y noches maravillosas. Pero siempre llega una nube y con ella la inminente tormenta. El problema es que a veces, cuando realmente avistamos la felicidad, levantamos la mirada al cielo instintivamente en busca de esa nube. Eso es lo que más desdichados nos hace, no poder apreciar los verdaderos momentos de felicidad por el miedo a que se esfumen.

Es muy fácil ver la vida pasar. Pero vivir sin elegir es morir en cada intersección que nos pone la vida. Vivir sin saber qué es lo que quieres es morir con cada decisión que no tomas. Elegir es difícil, vivir con la decisión que has tomado es necesario, aceptar los errores y aprender de ellos, no dejar que se hagan con el control, eso es empezar a aprender a aprender. 

No soy más que una niña que apenas ha vivido un tercio de su vida, pero si de algo sé es de decisiones. De buenas y malas decisiones. De arriesgarlo todo por un sueño. Y jamás me arrepentiré de una decisión que tomé. Si salió bien, porque fui feliz. Si salió mal, porque aprendí.


El problema no es una mala elección, ni siquiera la pregunta en sí, sino la incertidumbre y la duda que ha provocado que esa pregunta aparezca.

sábado, 26 de octubre de 2013

El sueño de una tarde de Otoño.


¿Qué se te ha pasado por la cabeza nada más levantarte? Quizá ha sido la letra de una canción, una melodía olvidada, el fragmento de un sueño o un nombre. Quizás ha sido algo que tenías que hacer, algo que no hiciste, algo que dijiste o que quieres decir.

Quizá te has levantado pensando en que era ese sonido tan relajante, y te has dado cuenta de que era la lluvia en el cristal, la respiración de la persona que tienes al lado o la ausencia de la misma. Quizá te has levantado notando frío en la espalda sin darte cuenta de que otra vez has tirado la manta al suelo en un sueño. Quizá has notado calor, quizá dolor por una mala postura o la vibración de un teléfono dándote los buenos días.

Quizá has sacado un pie de la cama o quizá te has vuelto a queda dormida. Igual ni siquiera recuerdas haber abierto los ojos. Tal vez te has levantado sin recordar el sueño, pero con la sensación de que ha sido una pesadilla, o un buen sueño. Quien sabe, quizás incluso has pensado en unos ojos al abrir los tuyos, en una boca al bostezar, en unas manos al estirar los dedos.

Tal vez hayas dormido poco, tal vez hayas dormido mucho. Igual has dormido demasiado y por eso estás tan cansado.

De todas formas seguramente ni siquiera recuerdas como te has despertado, al igual que nunca recordamos el momento exacto en el que nos dormimos.

¿Quién no ha pasado noches en vela tratando de recordar el último segundo antes de caer inconsciente? Y eso que es una pérdida de tiempo, pero todos hemos sido niños, todos hemos pensado que podíamos comprender y manipular nuestros sueños.

¿Quién no ha soñado alguna vez que volaba, que estaba en una cita con la chica o el chico de sus sueños, que podía nadar como un pez, que era un mago, que había una guerra, un apocalipsis, un cuento de amor?

Los sueños, sueños son, pero sin ellos y sin ese rato que pasamos dormidos, la vida sería demasiado. Algunos dicen que no hay que dormir, que ya habrá tiempo cuando estemos muertos, pero yo creo que hay que soñar, que no nos sobra el tiempo para cumplir nuestros sueños. Hay que aprovechar cada minuto, cada oportunidad que se nos da de hacer las cosas bien, en ocasiones, y hacer las cosas mal, equivocarse, ser feliz y luego llorar.

Porque si lloras después de haber sido feliz, al menos tendrás algún bonito recuerdo que haga que quieras mantener la cabeza alta y una sonrisa pintada en la cara. Pero si llorar y luego eres feliz sabrás que mereció la pena.

Un amor para toda la vida y cadenas, o la libertad de la soledad.

Un frío amanecer o una noche cálida.

La vida consiste en tomar decisiones, escoger salidas y caminos, derrapar y mirar atrás o jamás arrepentirse de los pasos dados. La vida consiste en escuchar y hablar, en reír y en llorar, en ser feliz y en sufrir, en amar y en odiar.

No hay luz sin oscuridad, ni oscuridad sin un ápice de luz. Cada uno tenemos nuestro propio tono de gris, nadie es completamente blanco ni completamente negro. Somos la mezcla de nuestros actos, nuestros sentimientos, nuestras palabras y nuestros pensamientos.

Somos sueños que seguramente nadie recuerde al despertar.

Pero sí, merece la pena soñar.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Como el gato y el perro...


A veces fallo, sabes, no soy perfecta, querías que escribiera sobre ti y aquí están las letras, tantos detalles tantas historias y tantos recuerdos que no quiero que acaben en la basura como muchos de ellos. Y me preguntas que si quiero irme contigo, por supuesto, a quien no le gusta perder la cabeza en un momento, a quien no le gusta que le digan cosas bonitas, lo siento por las cicatrices, por si pican. Yo nunca quise hacerte daño, nunca fui perfecta, tal vez sea una borde o una cría, pero estoy cuerda y se lo que hay se por lo que me levanto cada día y lo que tengo que defender con dientes y uñas todavía. Nunca he cambiado, tal vez me volví escéptica, quien sabe. Cerré mi corazón, pero tu encontraste la llave y no quiero que me odies por esto, por tratar de ser yo misma y no hacer caso al resto. Sabes que he confiado en ti más que en ninguno, y mira que lo detesto, yo con mi mierda, ya lo sabes, nadie es perfecto, pero déjame al menos darte una explicación, pedirte perdón, este corazón roto no quiere un adiós. Y quizás no lo entiendas, ya me quité la venda. Demasiado madura para mi edad, y no sabes lo que pesa. Quizás no me busque la comida, pero he vivido sin amigos y me ha dado la espalda hasta mi familia. Quizás fue un error, elegí mal las palabras, no soy yo, eres tu, me descolocas cuando ladras, cuando me prometes libertad y una nueva vida… al final haces que odie la mia. Y se que esto no sirve de nada, a veces quiero que te rindas, porque creo que necesitas a alguien, y no soy yo misma. Yo ya estoy amaestrada, domesticada y dócil, lo siento, nunca te lo he puesto fácil. Perdóname por no responderte, no sabes el daño que hace no poder decirte que quiero verte, no poder hablarte a la cara por miedo a perder el control, por miedo a equivocarme y tener que decir adiós. Se que me odias y es normal, yo también lo haría, solo soy una niñata que dice tonterías. Pero quizás no entiendas lo que en mi provocas, es un caos cuando se juntan un loco y una loca. Joder, seguro que te ries leyendo esto, pero es que no merezco la pena, si es que no merezco ni un gesto. Quizá sea lo mejor, que sigas por tu lado. Lo siento por no aceptar tu regalo. Si es que no tengo palabras, como siempre. Si es que es hablar contigo y tengo que susurrar entre dientes. Pero es que apenas te conozco y no se ni como hablarte… solo intenté ser yo misma, lo siento por molestarte.
 
 
En el fondo sabes que siempre has sido mi punto débil.

Dibujando sueños en tu espalda.

 
Quieres que te cuente por qué escribo.
Piensas que vas a conocerme sin dejar de mirar tu ombligo.
Pretendes entenderme sin mediar palabra.
A veces la puerta no se abre con un abracadabra.
Dejé de odiar el día que aprendí lo que era el odio, que al final solo desgasta, como el lápiz el folio. Que al final solo hace daño al que lo usa, y que nunca ha sido un arma, más bien es una excusa.
Aprendí que el odio al amor era más bien rabia, de la gente que no entiende cómo se puede hablar sin palabras, de la gente que se ha cansado de buscar medias naranjas y solo busca tangas debajo de las faldas.
Soñé que me moría y desperté sin saber si era cierto, si quizás había llegado a vivir algún día. Seguí llorando cada día por dentro, porque es mi imaginación la que no me deja tragar mentiras.
La gente falsa, a patadas, la gente buena a ostias con el mundo por tratar de hacerlo un lugar más culto. Porque si hay algo que mata personas es no saber, y la ignorancia del quererse defender sin entender palabra. Ya nadie habla, ya nadie ama, la gente solo se junta para ocupar el otro lado de la cama. Para no sentirse solos cuando llegan a casa, y claro, un perro a veces cansa.
Tantos divorcios, tantos cuernos, tanta venganza, y total para que, al final lloré más yo que él. Y es que hemos aprendido a vivir sin normas morales, con cuentos sin finales, sin metas ni puertas, solo bozales.
Acaso crees que me conoces, y qué sabes de mí, que un día fui feliz y que ya no puedo volver allí. Ya no soy la niña a la que impresionabas con palabras, ahora soy la mujer que te muerde si le ladras.
Me dicen que soy infantil, nunca me llamaron inmadura. Si no entiendes la diferencia, necesitas ayuda. La vida se compone de las cosas que nos hacen felices, de los delices, de los caminos y de nuestras cicatrices.
Que hace tiempo que no escribo es un hecho, y es que ya no puedo soportar este yunque en el pecho. Y es ya apenas consigo respirar y defenderme, tanta gente atacando sin saber que es lo que sienten.
Nunca dejé de ser yo misma aunque dejé de ser cualquiera, gente que me conoce de toda la vida me dice que he cambiado, qué más quisiera. Le gente no cambia la gente madura, no puedes odiar a una niña por querer resolver sus dudas.
La ignorancia es lo que hace que me llaméis zorra a las espaldas, que la gente crea en Dios, que sigamos necesitando armas. La ignorancia es lo que hace que tengamos miedo, la ignorancia es lo que te impide separar los pies del suelo.
Deja de gritar que nadie te escucha, tu no aprendiste en la calle, aprendiste en la ducha. No te quejes tanto, la vida da siempre decepciones, no queda Tipex para tantos errores.
Las calles llenas de falsos, ya ni se ven las estrellas, o quizás sí pero ya nadie se fija en ellas. O quizás no, por la cantidad de mierda en el aire. ¿Contaminación? No, creo que se llaman cobardes.
                                                           
 

viernes, 1 de marzo de 2013

La filosofía se muere.


La filosofía está en peligro de extinción.
La moral se muere.
Los corazones se pudren.
Los cerebros duermen.
 Y los principios están con la etiqueta, sin estrenar.
La filosofía está en peligro de extinción. Hemos creado leyes para suplantar la falta de moral que nos caracteriza. Tenemos miedo y vivimos acurrucados tras la espalda de figuras que creemos invencibles. Abogamos por una sociedad justa y digna las mismas personas sin valores que miran hacia otro lado cuando ven la injusticia en las calles y en los corazones. Somos humanos sin humanidad. Hemos creado una raza autodestructiva que acabará por aniquilarse así misma entre susurros agónicos. Tememos alzar la voz, a pesar de saber que nadie va a escucharnos por muy alto que gritemos. Vivimos con miedo, con miedo a vivir. La ética y la filosofía son viejos libros guardados en estanterías que ya están olvidadas. La gente no piensa, porque pensar implicaría darse cuenta de que todo va mal. Nos pasamos el día mirando la tele, porque preferimos ver los problemas d otros y centrarnos en cosas ajenas a nuestro propio dolor, creyendo que así desaparecerá. Ignorantes. Ojos que no ven, corazón que no siente. Corazón que no siente, sociedad sin ética. Hemos dado de lado todo aquello por lo que el hombre luchó cientos de años, entre ello, la libertad. Nos creemos libres. Libres de elegir el color de la venda que nos tapa los ojos. Libres de escoger el grosor de la soga con la cual nuestra economía nos asfixia cada día más. Es triste pensar que lo que mueve el mundo ya no es el amor, sino el dinero, si es que el amor ha llegado a mover algo en algún momento de la historia. El dinero. Habráse visto cosa más banal, superficial y abstracta que el dinero. A veces creo que el dinero es sólo la excusa que el ser humano ha puesto para matarse unos a otros. Otras veces me doy cuenta de que es simplemente el arma que usamos para hacerlo. Vivimos sin ser nadie, y morimos siendo pasto para los gusanos. Nuestra mera existencia parece un mal chiste. Creemos que pensamos, pensamos que vivimos. Pero ni siquiera en la muerte encontramos la solución. Huimos de nuestros problemas. Hasta la Luna se va alejando cada vez más de la Tierra, y no me extraña, porque damos asco. Sociedad automática, sin moral ni principios. Todos buscando finales felices y nos olvidamos de buscar los principios que en realidad mueven el mundo. Hemos creado leyes, montones de libros de leyes, para suplantar nuestra falta de moral y principios. Si dicha moral funcionase no habría necesidad de establecer normas. Si consiguiéramos tener un poco más de corazón y un poco menos de estómago, nuestra propia ética nos llevaría a actuar justa y correctamente. Pero no. Ni de lejos es el caso. Así que nos refugiamos tras normas que acatamos sin rechistar. Normas creadas por gente sin conciencia. Ningún ser imperfecto puede crear perfección, y las leyes son un claro ejemplo. Acatamos normas, nos vestimos por modas y callamos lo que no quieren que se diga. Hemos creado nuestra propia dictadura global. El mundo es movido por un elemento etéreo, como es el dinero. Nuestros corazones se mueven al compás del miedo que nos provoca actuar. Y nuestra mente vive dormida, ajena a lo que ocurre, centrándose en llevarse algo a la boca, algo que jamás nos llena. Hemos creado drogas, porque quizás necesitamos ser adictos a algo, o por el miedo a ser autosuficientes. Jamás salimos del vientre de nuestras madres, tenemos un cordón umbilical que nos tiene atados a la sociedad que ya ni nos alimenta, ni nos da calor, ni nos ofrece un hogar, ni siquiera nos resulta familiar. Tomamos la política como una especia ajena a nosotros mismos, sin darnos cuenta de que nosotros elegimos a esas mismas personas que se lo están llevando todo, que se están llevando lo que es nuestro. Vivimos dormidos, creemos que despertamos cada mañana, pero nuestro corazón hiberna y nuestra mente jamás ha despertado de su largo sueño. Un sueño que no sabemos en qué momento se implantó en nuestro cerebro, y que juraría que viene de fábrica de no ser porque aún creo que se puede pensar. Aún creo en mi misma, aunque haya perdido la fe en Dios, en la sociedad y en la política. Aún creo que una persona puede cambiar el mundo.  Somos seres egoístas. Solo pensamos en nuestro propio beneficio, y en nada ni nadie más. Podréis alegar que os preocupáis de vuestra familia y amigos, pero al fin y al cabo el amor que sentís hacia ellos no es más que el deseo de que si en algún momento os encontráis en apuros ellos vengan a rescataros. Tenemos el síndrome de Peter Pan, de princesa de cuento y de Alicia. Me explico: no queremos crecer, porque crecer implica responsabilidades, y las responsabilidades implican tomar decisiones, y somos demasiado cobardes como para asumir las consecuencias de nuestros propios actos, por lo que elegimos, cobardemente, no actuar. Sufrimos el síndrome de princesita de cuento, necesitamos que nos rescaten, dependemos de cualquiera que nos eche una mano y que nos haga este sueño un poco más ligero. También somos superficiales y arrogantes. Jamás asumiremos nuestra propia debilidad, escondiéndonos tras máscaras perfectamente maquilladas. Tras pieles impolutas y trajes caros, perfumes que tapen el olor a mierda que desprenden nuestras conciencias podridas.  Y por supuesto, el síndrome de Alicia en el País de las Maravillas. Soñamos con una sociedad perfecta, soñamos con soluciones que se nos olvidarían al despertar, si es que despertáramos alguna vez. Esperamos que sean los otros los que nos den las respuestas a las preguntas que formulamos sin cesar, sin darnos cuenta de que las respuestas a tus preguntas solo te incumben a ti, y que cualquier otra persona es diferente a ti mismo, y por tanto, sus preguntas pueden parecerse, pero jamás serán iguales a las tuyas.

Podré parecerte pesimista, pero seguramente soy más optimista que cualquier persona que hayas conocido. Porque aún creo que la sociedad que fue creada por el hombre puede ser modificada por el mismo, y que los errores que hay en ella, que no son pocos, no son sino reflejos de nuestros propios sentimientos. Creo que el cambio es posible y que depende sólo de los individuos. No hay fórmulas secretas que solucionen este nudo, pero creo que ya ha llegado la hora de dejar de apretar si queremos deshacerlo. Creo que ha llegado el momento del cambio, que a esta sociedad le ha llegado su otoño, y ya va siendo hora de que cambiemos las hojas podridas que tenemos por normas, leyes y principios y que florezca la moral que llevamos dentro. Ha llegado la hora de hacer honor a la palabra “humanidad”.
Ha llegado la hora de que la Filosofía renazca. 

martes, 19 de febrero de 2013

Vivo. Muero.


Vivo. Vivo de mis sueños y de las respuestas que creo que voy  a encontrar en ellos. Vivo dormida, aletargada, porque en el mundo hay demasiada belleza para alguien tan humana. Vivo. A veces el día y a veces de noche. Vivo por el miedo a morir, no moriré con miedo a la vida, eso seguro. Vivo, por cada lágrima que derramé y cada sonrisa que esbozo. Por levantarme del suelo tras caer en el pozo. Vivo, porque mis sueños algún día se hagan realidad, por quitarme la venda y llegar a conocer la verdad. Vivo cada día, aunque haya días que sienta que muero. Vivo aunque sepa que eso me llevará al agujero. Vivo por lo bueno, lucho por cambiar lo malo. Vivo cada día como si fuera un regalo. Qué más quisiera. Vivo encadenada a una rutina que me asfixia, rodeada de miradas que me acusan, rodeada de envidia y avaricia. Vivo porque le debo algo más a la persona que dio su vida por mí. Vivo porque aunque no lo demuestre, en el fondo sé que le debo la vida. Porque ella lo dio todo por mí algún día, aunque haya tirado la toalla. Vivo porque todavía hay gente que dice mucho cuando calla. Vivo por los que me señalaron con un dedo y se rieron de mí. Vivo porque mi único objetivo es ser feliz. Todo por una sonrisa, todo por un sueño que quizás nunca llegue a realizar del todo. Por soñar despierta y vivir un sueño cada día más incómodo.  Porque llegue un día en que mi vida deje de ser un monólogo. Vivo porque hay gente a la que un día le importé. Gente que decidió que merecía la pena apostar por mí, aunque ya no estén. Vivo porque hay gente que vive muriendo, y que mueren sin haber vivido. Por esas personas que han caído en el olvido. Porque la muerte es fácil, y la vida es un reto. Porque quiero ser feliz, feliz algún día, feliz por completo. Vivo tratando de no pisar a nadie. Escuchando el silencio que dejé cuando callé. Y si me caigo mientras vivo, lucharé por levantarme. Y si no es contigo, que sea sola, pero no será en balde. Pero a veces, solo a veces, quizá más que sólo a veces, muero.

Muero. Y muero cada día al ver la soledad que reina entre personas que se peinan para aparentar que son perfectas. Muero por el odio que respiro, por la contaminación que hemos creado, y el egocentrismo en el que hemos crecido. Muero al mirar atrás y ver la gente que perdí, esas personas que fueron algo y simplemente, no volví a ver junto a mí. Por todas las personas que me dedicaron una sonrisa y se rieron con mi risa y sufrieron cuando yo estaba en la cornisa. Muero por la prisa que mueve este mundo, por los relojes que hacen más ruido que todos nuestros latidos juntos. Por todos aquellos que siempre llegan tarde, pero muero aún más por todos los que correrán en balde. Muero cada segundo cada día y cada instante por la gente que se sube a los hombros de otro y se creen importantes, que se pisan para llegar alto, y acaban tirándose por la cornisa, muero por la caída en el asfalto. Muero por aquellos que tiraron la toalla y por todo aquel que no reunió agallas para elevar la cabeza. Muero por todos aquellos que viven con la certeza de que lo único importante es lo que tienes y no lo que dejas. Muero, porque vivo esperando la muerte y el día que vuelva a verte esperaré otra vez perderte, esa es mi condena. Vivo con miedo, muero cobarde y sola. Muero cada vez que me dices hola, y ni me miras. Nada importa. Eso decían. Pero todo importa en este mundo, nadie sabe qué rumbo tomar porque vivimos aislados, haciendo bulto. Muero por no ser quien quiero ser, por vivir en un eterno ajedrez, sintiéndome un peón de su juego.  Muero por ser joven y querer ser vieja, muero por ser vieja y querer ser niña, pero no me dejan.

Viviré hasta que muera y después espero seguir viva dentro de toda la gente que un día conocía. Moriré con la cabeza alta y sin lamentar ni un paso dado, sabiendo que mi vida no la manejaron vuestros sucios dados. No quiero ser perfecta en este mundo de cuerdos, quiero ser una loca con las ideas claras y unos bonitos recuerdos. Y si muero mañana espero que al menos mi ejemplo haya ayudado, y que te levantes de ese sillón tan cómodo, vago. Quiero que mires a las estrellas y no al suelo. Que andes buscando sueños, y no consuelo. Que mires hacia arriba buscando estrellas fugaces, que mires al cielo, y nunca agaches la cabeza al suelo buscando dinero. Lo importante no se ve, solo se siente. Así que cierra los ojos y nunca te dejes arrastrar por la corriente. Porque aunque todo parezca estar perdido y tu estés tirado en tu habitación llorando, seguro que hay alguien que te está esperando. Ama como si no hubiera un mañana. Vive como si la vida se fuera a ir con el final de la semana. No cometas errores tontos, no seas impulsivo. Piensa con la cabeza, y no con el ombligo. Llora si lo necesitas, ríe siempre que puedas. lucha por tener voz propia, y no apuestes tu vida a una moneda. Si nos quitan la voz, no nos queda nada. Aunque en el mundo que vivimos importa más la imagen que las palabras. Y es triste que tengamos que vivir siempre con miedo, fingiedo ser perfectos cuando nunca lo seremos. Cuanto más maquillaje más complejos, al final todos somos payason sin maquillaje, aunque nos negemos a verlo. Marionetas manejadas por modas, por tendencias, por olas, por masas de gente, por masas de gente boba. Parecemos ovejas, al redil sin rechistar. Pues yo no pienso pasar la vida viéndola pasar. La inocencia es un regalo, la ignorancia es un crímen, no contra otros, sino contra ti, es asesinar lo que nos hizo libres. Por favor, piensa, nunca cierres puertas, si quieres dale la espalda a lo que te hace daño, pero no te mientas: jamás serás perfecta, jamás serás feliz del todo, pero si quieres seguir ciega, no me preguntes por qué lloro.

Vivo porque no sé qué me espera ahí fuera, porque soy solo una niña a la que le gustan las risas y está cansada de penas. Vivo por salir de esta quimera, por dejar de rezar por alguien que no existe, y empezar a creer en mi propia calavera. Por creer en uno mismo cuando el mundo se vaya a la mierda y dejar de confiar en cruces de madera. Porque si perdemos la confianza en nosotros mismos depositándola en otros, acabaremos siendo presos de esas viejas fotos. Porque vivir con miedo es morir despacio. Cree en ti mismo y deja de pensar en vicios, lujos y palacios. Deja algo de espacio al corazón, los sentimientos no se compran con dinero, tampoco la razón. Muero por vivir con miedo a decir lo que pienso. Muero cada vez que me miras mal por lo que llevo puesto. Muero porque no puedes vivir sin dinero, sin criticar lo que yo espero, sin querer lo que yo quiero, ni retenerlo. Viví creyendo en que mañana amaneciera, en que la vida vale la pena y yo no soy una sirena, si continúo en este mar de lágrimas, acabaré ahogada en mi pecera. Eso no es lo que quiero, quién sabe si es lo que me espera.

martes, 12 de febrero de 2013

Tuyo.


(Borrador)
Nunca fuimos tú y yo, siempre fue tuyo: el amor que sentí y el folio por el que fluyo, el rencor que un día fui y el odio del cual huyo, nunca dejes nada al azar, que es un capullo. Harta de mirar por la ventana a ver las horas pasar, sintiendo que llego tarde aunque no haya plan, sintiendo que me esperan aunque eso haga que me desespere, caminando por este camino hasta que alguien me releve. Los problemas irrelevantes e convirtieron en guerras, guerras del odio, guerras del folio, guerras por dejar mella, querrás ser la estrella y tener el monopolio de las rimas que hoy yo canto como una sirena. Me envenena pensar que un día te irás, que me quedaré sola mirando atrás, esperando que vuelvas y me lleves contigo, esperando a alguien que se desesperó conmigo. Soy complicada, lo sé, nunca fue fácil, para seguirme el ritmo hay que estar ágil. No aprietes mi corazón, porque es frágil y gotea, como si viviera en un eterno Abril que nunca escasea. Mis ojos, un mar, tu reflejo un náufrago, que nada a la deriva presa del pánico. Atado a cualquier mástil por miedo a las sirenas, esclavo de aquella por la que un día habría dado su vida entera. No tengas miedo de la belleza que escondo, ten miedo del mal que guardo en el fondo. De los ojos de loca que un día admiraste, de la boca que profanaste con promesas de desgaste. Mis malas artes y tus malos modales, eterno cómplices, nuevo rivales, en un eterno “Todo vale”. Tus caricias y mis arañazos, a veces cuando necesitas amor te responden a cañonazos, latigazos a base de palabras que duelen, lápidas que sepultan y fiebres que se suben por las paredes. No estoy loca, estoy relativamente cuerda, y como todo es relativo, suma y sigue, igual concuerda.
Escribiendo con calor en los dedos y frío en el corazón, como aquel que sabe que se fue y se niega a decir adiós, como todos los ilusos e inocentes que se dan de bruces con un cristal transparente por falta de luces. Vivimos con prisa, y morimos igual. Acabarás llegando tarde hasta a tu funeral, aunque ya nadie espere verte llegar. Deja pasar el tiempo decían, las heridas curarán solas, aunque aún escocían. No pretendas que el olvido te de ventaja, no soy yo quien reparte esta baraja.