Sigo firme, como cada vez que me negué a rendirme.
Como cuando no lloré al decirte:
“Tengo que irme”.
Y sigo en pie, nunca quise
caer. Jamás aprenderé a ganar porque nunca supe perder.
Quisiste
comprarme con palabras vacías, gestos secos.
El eco de lo
que algún día pudo ser poesía.
Te
equivocaste de estrategia, ya no soy esa cría
que no se
decidía entre la bolsa y la vida.
¿Qué quieres
oír? ¿Qué duele? Por supuesto que duele.
Una herida
nunca deja de sangrar hasta que el individuo muere.
No soy pesimista,
soy realista con razones.
Ya que me
enamoré de la otra cara del As de corazones.
Siempre es
un placer servirte de cubo de basura.
Cuanta más
mierda echas, más me doy cuenta de que lo tuyo no tiene cura.
Jugamos con
fuego y acabamos quemados.
Fue tu
mechero, así que me considero tu legado.
Soy lo que
fui más lo que quiero ser.
Eres parte
de mí, pero no me defines tanto como crees.
Formas parte
de mi pasado y mi memoria,
pero
encontré la forma de huir, mi escapatoria.
Siempre es
un placer oír tu versión de la historia.
La gente
siempre te demuestra que puede ser escoria.
Ni morir por
mí ni vivir conmigo. Algo falla.
Sé que algo
no va bien, pero no tiro la toalla.
Me demostraste que un gusano podía convertirse
en mariposa.
Pero que no
cualquier capullo merece ser tratado como una rosa.
Te diré los
motivos que tuve cuando te lo merezcas.
Sé que
apuntaste al corazón, y créeme, pasó cerca.
Nunca quise
hacerte daño, siempre quise tenerte a mi lado,
pero llegó
el día en que todo se fue a la mierda.
Buscas
culpables y yo harta de buscar excusas
te dije la
verdad y me trataste como a un extraño.
Ya no seré
tu pareja en el baile, nunca fui una ilusa
solo quise
ser feliz, nunca hacerte daño.
No
arriesgamos, nos rendimos, no hacemos nada. Sociedad vegetal.
Nos quejamos
de jaulas de cristal, pero así vivimos.
Siendo
testigos de un crimen contra nuestra propia libertad
que no es
más que la ilusión de lo que nunca fuimos.
Buscamos
salidas en esta pecera, hay muchos peces en el mar,
pero a la
mitad los servirán como cena.
Aprendí a
nadar a base de ahogarme una y otra vez.
Nadie me
secó jamás las lágrimas que por ti lloré.
Los días de
lluvia, los amaneceres de niebla,
la luna y su media sonrisa de burla, el sol
que nunca calienta cuando tiemblas.
Ojalá el
frío que siento no fuera por dentro.
No puedo
calentar un corazón hecho astillas de tanto tocar madera.
Tú y tu
manía de romperme los esquemas y desarmarme con dos palabras que ni siquiera sé
si son sinceras.
Tú y tus
poemas escritos a la luz de una vela que alumbra cuando callas, ya que cuando
hablas tu aliento hace que se mueva.
Yo y mis
metáforas, tú y tus ideales,
yo y mis
principios, tú y tus finales.
Tú tan
buenos días y yo tan buenas noches.
Tú el
egoísmo y yo el derroche.
O sudas de
mí, o por mí o conmigo.
Tengo más en
común con mis enemigos que con mis propios amigos.
Quizá tengas
razón y esto solo sea un sueño,
pero
mientras me despierto viviré como si fuera a acabar muerto.
Sigo firme, como cada vez que me negué a rendirme. Como cuando no lloré al decirte:
“Tengo que irme”.
Y sigo en pie, nunca quise caer. Jamás aprenderé a ganar porque nunca supe perder.
Se acabaron
las estrofas y los versos en flor.
Voy a clavar
en el pecho de cada capullo una clave de sol.
Me criticaste
por seguir a mi corazón antes que a mi cabeza.
Por preferir
un futuro mejor a una vida limando asperezas.
Tú reza a tu
Dios, pero pregúntate mientras lloras
por qué
sigues solo y ¿dónde está tu Dios ahora?
Sigue con la
rutina de mojarte la retina
con verdades
que son mentiras y amigas que son unas cretinas.
Sigue en tus
trece, que así el orgullo se crece
y nada importa con quien tropieces, la vida es “Pisa
siempre, y dos veces si se lo merece”.
Un invierno
frío con sus labios cortados,
un otoño
amargo, quemaduras en verano.
Demasiados
capullos haciéndose pasar por flores.
Cada año
espero que esta estampa mejore.
Sé que
quizás di demasiado para no recibir nada a cambio
Sois la
razón de que soñar me de cansancio
Siempre fui
amante de las causas perdidas
A las
heridas en vez de echar alcohol, les eché saliva, y así van.
Cada día con
peor aspecto, y no cicatrizan,
quizá por el
miedo a olvidar lo que significan
Tal vez
algún día mire atrás y sonría,
Por ahora si
giro la cabeza, sé que estoy perdida.
Recordar
épocas felices: la infancia y sus deslices.
Soy demasiado
mala actriz para todo lo que he tenido que actuar.
No te
esclavices de las sonrisas y sus matices.
Nunca sale
nada bueno de unos ojos que no saben llorar.
Mirada al
frente, vista alta, hombros erguidos, adiós a la cabeza gacha.
Y a campar
por la vida a mis anchas.
No seré la
niña buena que idolatraba a falsos dioses,
sino la que
te susurra la verdad a voces.
Si esperabas
un minuto de silencio, puedes esperar sentada.
Nunca salió
nada bueno de una mujer callada.
Te abriste
paso hasta mi corazón como un cuchillo,
llegaste más
adentro que nadie, por eso chillo.
Me calaste
hasta los huesos, me amordazaste entre tus besos,
me robaste
mis versos, mi musa y mis recuerdos.
Se podría
decir que sufro el síndrome de Estocolmo.
Tú atándome
a tu cama y yo gritando socorro.
Me decías
que me querías y hoy ya no te reconozco ni a un palmo.
Y encima fue
mi culpa, ¿no? Esto es el colmo.
Sigo firme, como cada vez que me negué a rendirme. Como cuando no lloré al decirte:
“Tengo que irme”.
Y sigo en pie, nunca quise caer. Jamás aprenderé a ganar porque nunca supe perder.
Me voy.
Me voy.
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